viernes, 27 de mayo de 2011

Curiosidades, Flavia Ricci

La ducha


Me hice amiga de esa ducha de Roma más por resignación más que por simpatía. Después de un entrenamiento en mis sucesivas visitas a la capital de Italia, que comenzaron en 1999, ya podía considerarme un as en la utilización de esa manguera que en su extremo poseía la flor por donde salía la bendita agua. Abría el agua, me mojaba más rápido que otra cosa, la cerraba, me enjabonaba/ponía el shampú y acto seguido la abría para enjuagarme. La rapidez de todo el proceso radicaba en el frío que sentía en los pasos intermedios. Esto es: desde que cerraba el agua hasta que volvía a abrirla.


El ático del Raval


Las escaleras


El ático que alquilamos en Barcelona tenía una ubicación inmejorable: sobre calle Tallers, a 10mts de Las Ramblas y 100mts de Plaça Catalunya, con todo lo que ello significa no sólo a nivel de ubicación, sino de medios de transporte. El corazón neurálgico de Barcelona allí mismo. Desde el aeropuerto cogimos en Aerobús, que desde que lo recordaba había cambiado su color de azul a celeste (tal vez fue hace tiempo y me pasó desapercibido) y llegamos a Plaça Catalunya. De allí andando llegamos enseguida al ático, en el Raval barcelonés. El encargado nos miró, reconoció y saludó antes de abrir el pórtico y decirnos "Sabíais que no tiene ascensor ¿no?". Pregunta que quedó contestada por los gestos faciales que hicimos mi padre y yo al mirarnos. Subimos con maletas que parecían traer todos los souvenirs europeos habidos y por haber las 5 plantas, hasta llegar al ático. Aquello parecía el ascenso a la cúpula del Vaticano y cuando terminamos y estuvimos los dos solos en "nuestra" casa le dije a mi padre que por eso no insistí con que subiera cuando estuvimos en San Pedro. Desde ese día y durante toda nuestra estadía en Barcelona aprendimos a subir sólo en casos de extrema necesidad, y luego de pensarlo varias veces.


La ducha


Ducharse me recordaba a las pinturas egipcias en 2D, donde siempre aparecen las figuras de lado. Luego de quitarme la ropa y abrir el agua tenía que introducirme al escaso espacio asignado a la ducha de lado, cual egipcia. Cuando llegaba el momento del shampú me agachaba con la espalda recta como una tabla de lavar hasta dar con el shampú. Ascendía tranquilamente y con movimientos fríamente calculados me ponía un poco de shampú, me lavaba y enjuagaba la cabeza y cerraba el agua. Nunca supe en donde ese proceso dónde dejaba el shampú. Era demasiado rápido todo aquello.


El hostal de Rambla Catalunya


Como decidimos prolongar nuestra estadía en Barcelona y el ático ya estaba reservado a partir de que hicimos desde Argentina nuestra reserva original, nos fuimos a un hostal cercano. En cuanto llegué me dieron ganas de ir al baño, a hacer "lo primero". Me bajé los pantalones, que quedaron bloqueados a la altura de las rodillas porque me disponía a sentarme en el inodoro cuando ... ¡ops! se encontraba un escalón más arriba, como aquellas viejas aulas que dejaban claro quién era el que "portaba el saber". Después de hacer una especie de flip hacia atrás, como cuando entrenaba para hacer salto el alto, llegué al preciado y necesario inodoro. Y a partir de allí incorporé mis conocimientos de atletismo cada vez que necesitaba contactar con el "Sr. Rocca".







martes, 24 de mayo de 2011

St. Pol de Mar, Flavia Ricci

Hacía días que quería ir a la Costa Brava, a alguna de las playas a las que solía ir con mis amigos, así que me decidí por St. Pol de Mar. Antes desayuné en la Plaza del Pi, pasé por una librería de viejo y me compré un par de libros, llegué al ático, me cambié y salí hacia Plaza Catalunya a tomar el tren. Una hora más tarde y después de haberme alegrado la vista con tanto azul mediterráneo y tanto pino llegué a St. Pol de Mar. Camino de alrededor de 2km de por medio dí con la cala a la que quería ir, que no es cualquiera, y allí me instalé. El sonido del mar, la arena gruesa y el sol me adormecieron. Al rato, para no terminar roja como mi remera, me fui al chiringuito que cuenta con el monopolio de esa cala a almorzar. Con unas bravas y una Voll-Damm me senté mirando hacia el mar. Retomé mi libro de Sciascia hasta que la camarera me trajo la orden y al reconocer su acento argentino me quedé un rato charlando sobre la crisis de Europa y cómo lo ve ella. Hace 10 años que va y viene a Argentina: hace la temporada de verano europeo en Catalunya y la de Argentina en Mar del Plata, de donde es ella. Se marcha abruptamente porque es la hora de comer y caen muchos turistas. Eso en verano debe estallar. La veo con cara de resignación atenderlos, tal vez de cansancio, con un ligero acento catalán al decir "holaaaaaa" y no "hola ¿qué tal?" como decimos en Argentina. Sigo comiendo, bebiendo, leyendo y mirando el Mediterráneo. No me apetece tomar más el sol después del que tomé y luego de haber comido, así que emprendo la caminata de 2km hacia la estación St. Pol de Mar del tren de Cercanías, que pasa enseguida y me deja en Plaza Catalunya, a 100mts del ático donde vivo.
Ahora ducha y al CCCB. Seguimos disfrutando Barcelona ...

lunes, 23 de mayo de 2011

Rambla pa'quí, Rambla pa'llá, Flavia Ricci

Después de conectarme como cada mañana a Internet, salgo por las Ramblas con Todo Modo, un libro que me recomendaron en Milano la semana pasada. Desayuno en la Plaza Sant Agustí, en el Rita Blue. Como no tienen pastas, pido sólo un café con leche. La camarera me sugiere ir "allí", a una terraza al lado, en esa misma plaza, donde sí sirven pastas con el café. Lo que no sabe la camarera es que yo quiero sentarme exactamente en el Rita Blue, porque allí, en febrero de 2004, pasé con mis amigos la que sería mi última noche en Barcelona. Allí, mirando la calle Hospital, lloré desconsoladamente mientras Daniela me consolaba y Zoe dormía apaciblemente en su cochecito azul. Lloré porque veía que toda esa gente que estaba a mis espaldas tal vez no volviera a cruzarse en mi vida. Y, en el mejor de los casos, desde luego no volvería a ver cada día, cada fin de semana deambulando conmigo y junto a mí por las calles de Barcelona. No me dolía, me lastimaba marchar de Barcelona. Aunque tuviese que hacerlo.
Así que mientras bebía tranquilamente mi café con leche leí algunas páginas de mi libro, ese que me compré la semana pasada en Fnac de Plaza Catalunya. De tanto en tanto levantaba mi vista para ver algún avión que surcaba el cielo, completamente azul. De tanto en tanto dejaba caer mi atención en el camioncito de "neteja" que zinzagueaba la plaza buscando hojas y basura, dejando un caminito de agua a su paso, mientras un empleado municipal completaba, escoba en mano, el trabajo del chofer. Meticulosos los catalanes. Fascinante Barcelona.
Pagué y me fui a recorrer Ciutat Vella, de tienda en tienda, durante casi 3 horas. Hasta que a las 14h quedé en la vereda del Zurich con Eva e Isa. Desde allí fuimos a comer a Carmelitas: gaspacho, fideuá, copa de vino y flan. Almorzamos, pagamos y nos marchamos al piso de Eva. Un piso guapísimo al frente en las Ramblas, corazón de Barcelona. Qué más podía pedir yo. Ah sí, una Voll-Damm, que llegó al rato de la mano de Eva, directa de la nevera. Ahora sí: amigas, Ramblas, birra ...
20h salí rumbo a mi barrio, Gràcia, para cenar con Luis Ángel. Pasé por mi antiguo lugar de trabajo, le tomé algunas fotos para enseñar a mi hija, piqué y salió mi ex jefe. Llegamos al sitio en cuestión para cenar, en la calle Verdi, y lo pasamos genial.
Cogí el metro hasta Plaza Catalunya y ahora escribo estas líneas. Me tomaré una cerveza, me ducharé y volveré a salir. B A R C E L O N A.

Barcelona no tiene montañas, Flavia Ricci

Cuando mucha gente me pregunta si me gusta X ciudad o Barcelona y contesto, bastante obviamente, que Barcelona, entiendo por qué la pregunta que me hacían no era sincera. En general, con personas que viven en las capitales europeas (Roma, París, etc) encuentro un dejo de ¿envidia? cuando no solamente yo, sino muchas personas, elegimos como sitio la capital de Catalunya. Así fue como me dijeron en Roma -créase o no- que "Barcelona no tiene montañas" y que es una ciudad chata (¿?). Tolerancia mediante -aunque quedé completamente perpleja- tuve que hacer una defensa de mis motivos para considerar a Barcelona no sólo mi lugar en el mundo (que es algo subjetivo y personal), sino una ciudad para nada chata y mucho menos sin montañas (cuestión de simple capacidad para ver y también mirar). Aquella persona, cuando estuvo en Barcelona, sin lugar a dudas estaba mirando para otro sitio, acaso hacia las Baleares, acaso hacia la Costa Dorada .... y no vio las montañas.


Tal vez si se hubiera parado mirando Barcelona desde el monumento a Colón hubiese visto mucho más. Y para eso hace falta ver, luego mirar y por último SENTIR. Sentir que cada calle no es solamente una calle, sino esa calle por la que transitamos, que esas Ramblas además de fascinantes es por donde asoma el piso de Eva y donde hemos estado con ella e Isa pasando una tarde formidable, sentir que por la calle del Pi me detenía a degustar los mejores vinos y embutidos en La Pineda, descubrir que el Zurich es el sitio de encuentro de todos quienes queremos quedar en el Centro y "después vemos a dónde vamos", ver que Barcelona tiene vida, juventud, energía mires donde mires. Tiene mar, montañas, verde, azul Mediterráneo, tiene Modernismo y un Gaudí escondido o a la vista por cada sitio donde queramos y podamos ir.  Barcelona bulle, te levanta, te lleva, te agasaja. Sentir Barcelona es dejarse transportar a un mundo en donde todo es posible. En donde hay sitios recónditos en donde me escabullo cuando quiero quedar con alguien tranquilamente, es ese Raval en donde quedé con Marta, y también ese Passeig de Gràcia donde casualmente la encontré comiendo al día siguiente, es donde todo es orden, cómodo y hermoso orden, con personas cívicas, solidarias, cálidas y defensoras de sus particularidades como catalanes.


Claro, claro ... es que yo prefiero las ciudades en donde se SIENTE más que las que se mira. Porque mirar ... es cierto que hay muchas ciudades que tienen más antigüedad y sitios por mirar, de esos sitios que salen en fotos, en la tele y son emblemáticos ¿Pero sabés qué? Si verdaderamente tu corazón es joven, a vos que no viste que Barcelona tiene montañas te desafío a que te pares en Las Ramblas, mirando al mar o a Plaça Catalunya, y te quedes allí con los ojos bien abiertos y el corazón más aun mirando el panorama. Tal vez no veas piedras con miles de años de historia, pero vas a ver una ciudad y su gente más viva que ninguna. Hay ciudades que te hacen SENTIR, que empezamos viendo, para luego mirarlas .... y ya no podemos dejar de sentirlas. Esa es mi Barcelona, caballero. A usted que no vio las montañas le digo que vuelva y mire. Y sobre todo que SIENTA. Seguramente estaba mirando hacia otro lado, como todos aquellos que me dicen que "los catalanes son gente cerrada". Vaya por Dios ...

Con los 5 sentidos en Barcelona, Flavia Ricci

Me levanto cuando me despierto en Barcelona, comienzo a creerme que estoy aquí. No sé por dónde comenzar a recorrer y seguir recorriendo esta ciudad, y pueden pasar horas hasta que me doy cuenta del tiempo que pasó desde que comencé a hacerlo. Devoro Barcelona y quiero llevarme trozos de todo: sus colores, su gente, sus sitios recónditos del Born o del Raval, sus calles de Gràcia, sus autobuses, el metro, Passeig de Gràcia y más, mucho más. Cada calle me lleva a otra, y esa otra me lleva a una salida de noche, de día, a alguna persona que pasó o aun circula por mi vida. En todo caso, todo ello circula, bulle, en mi mente. Bajo por el Borne rumbo a Vía Laietana para meterme en el Gótico y la alegría me invade. Una alegría que hace que quiera bailar, sonreir, abrazar a todos. Salir por las Ramblas es un regalo para los ojos. Hacerlo sobre las 9 de la mañana, cuando el sol no está arriba y la gente no es excesiva. Siento, siento Barcelona meterse dentro de mí. Y me gusta. Porque no siento que sea un desembarco entre extraños, sino un reencuentro. O mejor, es poder sentir todo lo que llevo dentro y muchas veces en otros sitios no puedo expresar: por prejuicios, por temores, por el "qué dirán". Aquí hay gente generosa, solidaria, sonriente, cálida, que escucha y comparte. Yo quiero abrazar a cada uno de mis amigos, porque es como si siempre hubiese vivido aquí. No tengo que "adaptarme" a Barcelona, para nada. Sé lo que hay, sé lo que no hay. Barcelona no son piedritas de colores. Es lo que ves, lo que tocás, lo que olés, lo que degustás, lo que escuchás. Eso es. Un mundo que se vive con los 5 sentidos a cada momento, en cada lugar.

sábado, 21 de mayo de 2011

La revolución está en los bares, Flavia Ricci

Noche de viernes en el Borne de Barcelona. Momento histórico en España para quienes han vivido aquí durante los últimos 30 años: la gente sale a la calle en disconformidad con la situación actual de este país. Nosotros discutimos, en un bar barcelonés, acerca del ser catalán, la situación de Europa y el gobierno de izquierda. Too much. Vamos cruzando unas cervezas y vino, hummus con pan de pita y olivas. Revivo situaciones con mis amigas, integro a mi padre a ese mundo que él desconocía y que sólo se puede entender estando aquí.
Vamos a otro bar por unas copas después de cenar, llega otra amiga. Reímos, nos abrazamos. La gente se congrega en Plaza Catalunya y nosotros debatimos sobre el motivo de estar allí. Momentos históricos, momentos únicos, al menos para España. Camino a Plaza Catalunya -nosotros porque nos quedaba de paso al ático y ellas porque querían estar- dos de mis amigas se desvían hacia un bar a ver a un amigo suyo. La revolución está en los bares de España, no en las plazas. Será por ello que la gente se lo ha pasado más por allí que levantando pancartas en plena calle.

viernes, 20 de mayo de 2011

La ciudad donde paseo sin mapa, Flavia Ricci

El 18, después de algunos rodeos necesarios del avión, comencé a divisar Barcelona desde el cielo. No sé si estoy soñando y temo darme cuenta en Argentina que estuve en Barcelona. Porque Barcelona siempre me ha parecido un sueño: leo carteles, camisetas, calles e indudablemente estoy aquí. Pero es que no me lo termino de creer.

Estamos en un ático a 10 metros de las Ramblas y 100 metros de Plaza Catalunya, el corazón de Barcelona. Salir por las Ramblas es un regalo para los ojos y el corazón: colores, aromas, idiomas, mucha gente siempre.

Barcelona no tiene los monumentos de otras ciudades, ni la cantidad de habitantes, ni la antigüedad. Pero Barcelona tiene algo que le llega siempre a quienes vienen a conocerla, mucho más a quienes hemos vivido o viven aquí y, desde luego, a mí me llena el alma de forma única.

Es coger el móvil y llamar a mis amigos. Es hacer una cerveza en sitios que conozco. Es caminar y recordar aromas, sensaciones, personas que han pasado y aún están en mi vida. Es donde estudié. Es donde nació mi hija. Es donde encuentro gente educada, culta, generosa, sensible, tolerante, abierta, cálida.

Barcelona es un sitio en donde no me siento extranjera, donde no necesito mapas ni planos, en donde no me pierdo: ME ENCUENTRO.

sábado, 14 de mayo de 2011

Siena y Pisa, Flavia Ricci

Siena

Siena es una ciudad en lo alto. Callejuelas serpenteantes, empedrados rugosos, recovecos que por momentos me recuerdan a Barcelona, pero no es. Una ciudad toscana. Bella, ahora en obras. Siena abre paso al turista dispuesto a subir y bajar, a adentrarse a su forma, la de Siena, en sus calles.  Nosotros nos adentramos en Siena, bajo un sol que no da tregua aunque estamos en primavera, sol toscano que le dicen. Desde alli arriba, todo suena màs caluroso, aunque estemos sobre una sierra y no sobre la montania. Siena ofrece gastronomia, bebidas y souvenirs toscanos de manera orgullosa. Y nosotros disfrutamos de sus encantos, como no.

Pisa

Regreso a Pisa luego de 12 anios. Aquella noche donde perdi un tren que me llevaba a Roma o Barcelona, no recuerdo, pero que en todo caso formaba parte de los numerosos combinados ferroviarios que debia hacer cada vez que me aventuraba a ir desde Barcelona a Roma o a la inversa. Llegue a la tarde y miré como se iba el tren que debia tomar para seguir viaje, asi que resignada miré cuàl era el siguiente: 3AM. Con el tamanio de mi maleta y sin sitio donde dejarla para al menos conocer la ciudad hasta que llegara mi tren, me quedé esperando en la Estacion, haciendo tiempo, sin saber que a las 22h todo, absolutamente todo, cierra. Me decian que esa era la ciudad de la Torre inclinada, pero yo no llegué a verla. A las 3AM tomé el tren agotada y habiendo visto y esquivado a variopintos personajes que abundan en todas las estaciones de trenes del mundo.

Hoy llegué a esa misma estacion, pero con mi padre y pudiendo ver la Torre de Pisa. Hermoso complejo el de la Piazza dei Miracoli. Después, almuerzo en un bar-restaurante simple y sencillo en una plaza tranquila de la ciudad. Recorrido por Pisa, bastante completo, capuccino y regreso perfecto a Firenze en el tren.

Pisa: me la debias ...


Jorge y Rubok, Flavia Ricci

Jorge

Jorge se sienta frente a mi padre y a mi en el tren Firenze-Pisa esta maniana. Habla en italiano pero luego en espaniol con su madre. Al poco tiempo nos escucha hablar en espaniol a mi padre y a mi y enseguida charla animado con nosotros. Jorge nos cuenta que es peruano, de Lima, pero hace mucho tiempo està en Italia. Jorge vive en Firenze y va a una escuela primaria aqui. Ha aprendido a hablar y a escribir y hasta algunas palabras en espaniol se le han olvidado, a causa de su nuevo idioma europeo. Jorge prefiere Peru a Italia y quiere regresar alli, porque es mas bonito. De todas formas, Jorge ya sabe donde hay restaurantes que preparar ceviche y hablan en espaniol. Aqui, en Firenze, Italia.

Rubok

Rubok es un ninio de Bangladesh. Cada maniana sube al piso de arriba de su casa, a la casa de mi prima Mariella en Roma. Rubok vive con sus padres y su hermana. El nacio en Bangladesh, la pequenia en Roma. Rubok quiere aprender, asi que lleva consigo cada tarde los libros del cole. Repasa con mi prima lo que va aprendiendo en la escuela. Rubok no sabe espaniol, pero me entiende cuando le hablo en inglés. Rubok quiere regresar a Bangladesh, tal vez en septiembre cuando viaje a ver a su abuella alli, se quede. Rubok habla italiano mejor que yo, también lo escribe y lee. No sé si ha venido a quedarse, tampoco él.

Firenze, Flavia Ricci

Sigo sin encontrar las enies de este teclado, pero ahora en Firenze. Pienso todo el tiempo que por esas mismas calles estuve 12 anios atràs, no puedo evitarlo. Pienso en sus calles de noche, en la lluvia que por momentos ocurria, en los panini al lado del albergue, en tu forma y la mia de comunicarnos. En realidad, no te he olvidado y Firenze me remonta a vos, pero ... han pasado los anios sin saber uno delo otro, vaya.

Firenze es preciosa y la Toscana toda una zona de las màs preciosas de Italia: sus vinos, su refinamiento, su forma de hablar, su acento, su gastronomia, sus calles, recovecos, edificios ...

Disfruto cada dia aqui y hoy, cuando he ido con mi padre a aquel albergue de anios atras, ya no estaba. Nada de nada, como si jamas hubiesemos pasado. Qué estarias haciendo, qué estaria haciendo yo, cuando desaparecio? En donde estariamos, con quienes? Haciendo qué? Parte de todo ello pensé hoy en la vereda de donde ya no habia nada. Alli, aqui.

lunes, 9 de mayo de 2011

Roma desde el viernes hasta hoy, Flavia Ricci

Calle


Despues de 3 dias en Roma logré hablar por teléfono con mi mamà y con Zoe. Roma sigue siendo una ciudad estresante, aunque noto mucho màs respeto por el peatòn que hace 10 anios (lo que no logro encontrar son las enies en este teclado que estoy usando). En esta ciudad se da una rara situaciòn: a la vez que los automovilistas hacen literalmente lo que quieren y nadie los multa, hay un gran respeto por quienes caminamos por las calles romanas, turistas o no. Puede decirse que es la ley del peatòn. A diferencia de Buenos Aires en donde la ley es del automovilista claramente.


Inmigraciòn


En Roma se ven caras de todo el mundo: India, Pakistàn, Peru, Iràn ... pocos judios (que ellos llaman hebreos) y pocos argentinos. Las reacciones son diferentes: desde la xenofobia hacia los negros, sobre todo, hasta la tolerancia mal entendida en donde adoptar a un chico nos hace pensar que esos chicos siempre son extranjeros y nosotros hacemos el bien.


Crisis


En Roma se ve la crisis. De un tiempo a esta parte los trenes, el metro, las escuelas y edificios en general se ven escritos y venidos a menos. Los precios de Argentina no distan de los europeos, aunque a los italianos les preocupa su situaciòn y sobre todo su gobierno. Hay un malestar general que nadie atribuye a los inmigrantes, sino a Berlusconi.



viernes, 6 de mayo de 2011

Conversaciones sobre Berlusconi, Flavia Ricci

Escucho hablar a los italianos sobre Berlusconi con vergüenza. Hablan de que están en manos de un delincuente y eso los preocupa. Hablan de que un 20% apoya a ese delincuente pero llega de todas formas a ocuparse del gobierno de los italianos. Hablan de Mussollini cuando digo que "gobernar a los italianos no es difícil, es inútil". Y a diferencia de años atrás, cuando estuve en Europa y no se conocían tanto los estilos de vida de Argentina, ahora encuentro muy parecidos esos estilos de vida. Y con satisfacción noto que en Argentina se vive muy bien. Ese delincuente que está gobernando Italia de todas formas tiene simpatizantes, pero no me preocupan frente a la mayoría que lo aborrece.

Los italianos están preocupados, ven que Italia no va bien, que Berlusconi no hace nada y que además acomoda las leyes para ir zafando de las condenas que pueden caerle y los juicios que lo persiguen. En Italia hay justicia. O al menos se persigue a los delincuentes. Pero que una persona así esté al mando del gobierno me recuerda la inmunidad en Argentina, en EEUU, en América en general. Y veo que en todos lados algunas cosas son similares. En Italia también.

jueves, 5 de mayo de 2011

Desayuno en Roma, Flavia Ricci

Día 3 en Roma. Parece que jamás me hubiese ido, o que siempre hubiese vivido aquí. Me despierto con la diferencia horaria incorporada y tratando de asimilar a mi gente que no está. Los diálogos que no puedo tener cada día trato de tenerlos en momentos específicos. Entiendo ahora por qué en general viajo sola, debe ser para digerir las emociones sin tener que explicarle a nadie y porque además basta un mapa para poder moverse de un país al otro.

Me gusta cuando llego a Roma, porque no necesito ese mapa según por donde vaya. Desde luego que es diferente visitarla con romanos que te develan los secretos de esta ciudad sin necesidad de ir a una oficina de turismo. Lo agradezco. Sigo metiéndome por los rincones de la Loren y Marcello, como una película con laberintos infinitos que intento no sean los típicos de turistas.

Café, pizza, pasta y un par de cervezas <<< soy feliz.

Ahora comenzaremos la recorrida de familiares que quedaron pendientes, allá vamos. Con seguridad deberíamos tener una relación más frecuente, Roma no está tan lejos y las tecnologías están al alcance de la mano para todos.

Mi padre está concentrado en sus cosas, como si también viviera desde siempre en su ciudad. Fantaseo con que él vive en Roma mientras nosotros lo hacemos en Argentina. Creo que se encontraría como pez en el agua. Supongo que pertenece aquí, ahora lo veo más claro. Nada de esto le es extraño: ni el idioma, ni la forma de pensar, y la ciudad le queda como anillo al dedo.

Pienso en las vueltas de la vida de mi padre: vivir en Roma e instalarse en Tres Arroyos. Mi padre es de una ciudad cosmopolita y enorme como Buenos Aires, sin embargo siempre ha renegado de Buenos Aires y aquí está como pez en el agua. Supongo que de la misma forma en que aquí se mueve en el transporte público podría haberlo hecho allá, en Buenos Aires: pero no.

Espero que todo lo que lo veo hacer aquí no sea porque está en Roma, sino que sirva para que también vea con otros ojos a mi querida ciudad de Buenos Aires, porque sin lugar a dudas se ha perdido de conocer una maravillosa y mágica ciudad.

Me alegro que todo esté transcurriendo como pensé y anticipé: y no porque eso me dé la razón, sino porque creo que a partir de ahora mi padre tendrá una riqueza que antes no tenía. Y yo podré recorrer con él mi historia en Barcelona una vez allí, que ese es mi verdadero viaje. Espero que, al igual que mi madre, entienda lo que para mí significa estar allí, donde ha nacido mi hija y he vivido en permanente libertad. Espero que entienda mis silencios y lágrimas, mis ganas de decirle a mi madre en dónde estoy.

En definitiva, que comprenda lo que es poder compartir con alguien sitios comunes, sentimientos comprendidos. Mi madre siempre ha sido mi cómplice incondicional, sabe que mis silencios están repletos de pensamientos. Y aparecen sus palabras cuando han sido necesarias. A veces es necesario que te digan que te entienden aunque no hayan pasado las mismas situaciones: esa es mi madre. Joer, cómo la echo de menos ....



(continuará ...)

Día 3 en Roma, Flavia Ricci

Llegamos a casa luego de un día intenso. Salimos temprano con Enrica y Aquiles para encontrarnos con más familiares en casa de Liliana. Viaje por la interminable Roma, que por momentos me recuerda a Buenos Aires por la cantidad de habitantes y el tránsito caótico. Probé el vino santo y me vinieron recuerdos a la mente, pero no sé en qué nomento lo habré probado antes. Es increíble cómo voy recordando mis viajes a través de las comidas y bebidas. Esos viajes en los que mis padres estaban a miles de km y yo vivía en Barcelona. O incluso cuando vine a recorrer Europa en 1999 sola. Luego fuimos con Nino y Nadia a almorzar. Aunque habíamos almorzado en casa de Liliana. A continuación salimos de paseo en el coche de Nino rumbo al centro de Roma. Roma es una ciudad en donde no se sabe hacia dónde mirar. Por momentos cuando una lleva días allí, o ya ha estado varias veces, como es mi caso, cree que el Coliseo ha estado allí por siempre. Y en cierta forma así es, aunque también cuando una piensa quiénes han transitado por allí se le pone la piel de gallina.

Miro el Foro Romano y a los innumerables turistas que pasean en bandada o de a pequeños grupos por allí. Nadie pasa solo, que es mi forma preferida de viajar. Tal vez deba verle el lado positivo a viajar en compañía después de años haciéndolo sola. Tal vez deba dejarme invadir por las oalabras en lugar de mi silencio contemplativo, en vez de una cerveza cuando se pone el sol, o cuando sea. Lo pienso mientras los dúos de turistas entran y salen del Foro Romano.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Roma día 1 y 2, Flavia Ricci

(sigue del post anterior ...)

los paseos en el coche de mi tío son interminable, como Roma. A los dos días de estar aquí comencé a hablar italiano, idioma que tenía olvidado sobre todo por falta de práctica. Ir a coche rumbo al centro de Roma, ver cómo de forma tan imprevista como imponente se abre ante mis ojos el Coliseo es hermoso. Esta es mi cuarta vez en esta ciudad y por eso mismo disfruto redescubrirla al tiempo que disfruto que mi padre la descubra. Como una madre cuando sabe que su hija abre un regalo que previamente ha querido tener y en vez de mirar el paquete le mira la cara a la pequeña, así miro más la cara de mi padre que los monumentos que se abren paso constantemente.

El Circo Massimo, Piazza Venezia, Via del Corso ... vamos paseando como en una peli de Mastroianni con la Loren y me imagino a mis abuelos caminando por la Roma de los años 30 y 40. Después de todo ese recorrido fuimos finalmente a la casa donde vivió mi papá y a la cual yo no regresaba desde 1999. Él en cambio jamás había vuelto. No me imagino tanto tiempo sin ver dónde nací, pero el caso es que para él pasaron los años a miles de km. Y después de ese paseo, a casa de mis tíos a cenar y ver Barcelona-Real Madrid.

Pero, hay algo que me falta, que echo de menos. Me vuelve esa sensación que tuve la última vez que fui de paseo a Barcelona: pienso constantemente en mi madre, en mi hija, en todo lo que tengo allí en Argentina. Está claro que no se puede comparar el Coliseo o la Sagrada Familia con la Plaza San Martín de Tres Arroyos. Está claro que no es allí mi lugar en el mundo ni donde están la mayoría de mis amigos. Pero es donde quiero apoyar la cabeza sobre la almohada para descansar. Y cuando pienso en llamar a mi madre y tener que marcar +54 algo me pasa por dentro.

Hoy, por ejemplo, me ha venido una súbita bronca porque no encontraba un locutorio. Sitio que en Argentina hay cada dos cuadras. Y me ha venido la bronca porque no solamente no encontré hasta mucho tiempo después un locutorio, sino porque sentía la gran necesidad de hablar con mi madre. Como cada día lo hago, no me resigno a no verla o poder hablar, aunque sea con esta netbook o con un teléfono de por medio. Me han venido súbitas ganas de llorar, cuando he visto que cada uno está en su vida pero nadie piensa en ese tipo de necesidades que tenemos quienes no estamos en nuestra tierra. He dado con un locutorio cerca de Roma Termini en donde estaba lleno de extranjeros. Me ha resultado muy barata la tarifa para llamar a Argentina y definitivamente escuchar la voz de mi madre me ha facilitado seguir adelante "como si" ella estuviera en la misma ciudad.

Vaya una a saber qué extrañas sensaciones se han movido dentro de mí para generarme aquello. He ido al super y he encontrado los precios más que accesibles para un argentino. Y he regresado con un par de cervezas y esperando comer la pizza esta noche en familia.

Parece mentira, apoyar la cabeza en la almohada estando en Roma. Parece mentira de que un día al otro podamos estar a miles de km de donde vivimos. Así nomás, en un abrir y cerrar de ojos, de repente no escuchamos más el argentino y nos vemos rodeados de otros idiomas. Fascinante y extraño a la vez, esto de los viajes ...

Roma día 1, Flavia Ricci

Finalmente llegamos a Roma. El avión sobrevolando el país, que se veía muy verde y lleno de pequeñas extensiones de fincas agrícolas, o acaso quintas de fin de semana. Fue poner los pies en Fiumicino y saber que estábamos en Roma, recordar sitios y caras familiares.
Desde Fiumicino fuimos con mis tíos a dar una vuelta por el EUR que incluyó un café en una cafetería tradicional de allí. Gente bastante elegante y por demás apurada entraba y salía. En otra ocasión me hubiese quedado hablando un poco con el camarero, que con una velocidad extrema me preparó el ristretto. Moví la copa como para que se liberaran los aromas y una pequeña muestra del marrón del café quedaba por dentro del pocillo y se desplazaba lentamente hacia el culo del mismo. Todo acompañaba para estarse allí tranquilamente, pero no.

Desde allí fuimos a dar una vuelta por la zona, que es bastante verde. Yo la recordaba como una sucesión de terrenos con el pasto alto y algo desprolija, pero en esta ocasión (o porque no había podido observarla con detenimiento la última vez que estuve en Roma) el EUR parecía un barrio residencial sumamente elegante y con un ritmo diferente del resto de la ciudad.

(continuará ...)

lunes, 2 de mayo de 2011

Ezeiza, Flavia Ricci

Esta mañana salimos temprano hacia el Aeropuerto de Ezeiza, desde La Plata. La autopista Las PLata-Buenos Aires no me trae grandes recuerdos, acaso el de mis innumerables viajes en uno u otro sentido de acuerdo a la ciudad en donde elegí vivir. Pero es cuando el coche gira hacia la izquierda en dirección a Ezeiza y deja de lado a su derecha la entrada a la Capital que el viaje, ese que te lleva a tomar un avión y salir del país, comienza.

Queda atrás, casi sin darte cuenta por la densidad urbana, Buenos Aires. Y cada vez más a menudo aparecen los carteles señalando hacia dónde es el Aeropuerto Internacional de Ezeiza.

Miro a mi derecha por la ventana del coche y veo una camioneta, no sé de qué empresa, pero con un teléfono de Argentina. Y pienso, mientras chateo con un amigo por el Blackberry, que me he enamorado poco a poco de mi país. Que amo los coches sin patente, que me gusta que el canillita grite, que me fascina la cantidad de palabras que saben los taxistas, los asados en domingo, los ñoquis del 29, la lluvia dentro de mni coche, la gente mirando hacia abajo, meditabunda. Las veredas desparejas, las calles con agujeros, los insultos por llegar tarde, los abrazos de mis amigos, la sonrisa de mi hija, la mirada de mis padres. En definitiva, cierro los ojos y me viene un gran alivio porque quiero volver a pisar una y otra vez Barcelona, quiero compartir con mi papá este viaje por su reencuentro. Pero qué bueno que Ezeiza no me ve salir sin saber cuándo regreso. Porque regreso, porque es mi momento de estar acá, en mi Argentina.

sábado, 30 de abril de 2011

La previa, Flavia Ricci

Durante los años de mi niñez en Tres Arroyos escuché los relatos de mis abuelos, Rita y Remo, sobre "su" Italia natal. Relatos llenos de nostalgia y hasta tristeza muy a menudo. Desde que llegué con 2 años a esta ciudad crecí con el aroma de un café intenso que mi abuela preparaba irremediablemente cada vez que llegaba visita a su casa en una Volturno que variaba su tamaño de acuerdo a la cantidad de presentes y amantes del café. Llegó a tal punto mi interés por Italia y mis orígenes que me devoraba los libros que mis abuelos atesoraban en sus bibliotecas sobre las más conocidas ciudades: Venecia, Florencia, Roma. A veces, mi abuelo me veía mirar esos libros, agarraba alguno y me leía lo que ponía, ante la sonrisa cómplice de mi abuela, que aprovechaba para escuchar lo que decía. Yo me imaginaba una Italia hermosa, llena de museos, repleta de cafeterías y ese edificio sin techo, redondito y con ventanas cuadradas que siempre aparecía como de costado y que mi abuelo se esmeraba en decirme que era el Coliseo romano. Porque ojo, no era lo mismo Nápoles que Milano y mucho menos Roma, la siempre eterna.


Hoy estoy en la previa del viaje que emprenderé con mi papá rumbo a sus orígenes. A esa Italia que lo vio partir junto a su familia hacia esta Argentina en la década del '40. Aquella Italia que me relataron mis abuelos se unió a la Italia que encontré las varias veces que fui de visita. Con mis pequeños relatos que intentaban contagiar de entusiasmo a mi padre para que fuese también, conmigo o con quien quisiese, acaso solo, allí.


Unos cuantos años han pasado, pero por fin en menos de 48hs estaremos despegando desde Ezeiza hacia Roma. Luego de allí iremos a Barcelona, qué decir de "mi lugar en el mundo", que todo lo tiene, y de allí a Grecia. Estaré en sitios donde me siento cómoda porque conozco, de manera tal que podré dedicarme a lo que en determinada edad nos hace disfrutar a los hijos más que cualquier cosa: ver a nuestros padres ser felices.


Yo me propuse hace años ir a Roma con mi papá. Y hoy, finalmente, puedo decir que así será. Que vamos solos y juntos, hacia ese reencuentro tan esperado y necesario en donde vuelvo a sentir ese aroma a café de una casa de Tres Arroyos que albergó a mis abuelos, sus relatos y sus historias por años. Y cierro los ojos. Y casi, casi, los veo sonreír por su hijo y por mí.