jueves, 5 de mayo de 2011

Desayuno en Roma, Flavia Ricci

Día 3 en Roma. Parece que jamás me hubiese ido, o que siempre hubiese vivido aquí. Me despierto con la diferencia horaria incorporada y tratando de asimilar a mi gente que no está. Los diálogos que no puedo tener cada día trato de tenerlos en momentos específicos. Entiendo ahora por qué en general viajo sola, debe ser para digerir las emociones sin tener que explicarle a nadie y porque además basta un mapa para poder moverse de un país al otro.

Me gusta cuando llego a Roma, porque no necesito ese mapa según por donde vaya. Desde luego que es diferente visitarla con romanos que te develan los secretos de esta ciudad sin necesidad de ir a una oficina de turismo. Lo agradezco. Sigo metiéndome por los rincones de la Loren y Marcello, como una película con laberintos infinitos que intento no sean los típicos de turistas.

Café, pizza, pasta y un par de cervezas <<< soy feliz.

Ahora comenzaremos la recorrida de familiares que quedaron pendientes, allá vamos. Con seguridad deberíamos tener una relación más frecuente, Roma no está tan lejos y las tecnologías están al alcance de la mano para todos.

Mi padre está concentrado en sus cosas, como si también viviera desde siempre en su ciudad. Fantaseo con que él vive en Roma mientras nosotros lo hacemos en Argentina. Creo que se encontraría como pez en el agua. Supongo que pertenece aquí, ahora lo veo más claro. Nada de esto le es extraño: ni el idioma, ni la forma de pensar, y la ciudad le queda como anillo al dedo.

Pienso en las vueltas de la vida de mi padre: vivir en Roma e instalarse en Tres Arroyos. Mi padre es de una ciudad cosmopolita y enorme como Buenos Aires, sin embargo siempre ha renegado de Buenos Aires y aquí está como pez en el agua. Supongo que de la misma forma en que aquí se mueve en el transporte público podría haberlo hecho allá, en Buenos Aires: pero no.

Espero que todo lo que lo veo hacer aquí no sea porque está en Roma, sino que sirva para que también vea con otros ojos a mi querida ciudad de Buenos Aires, porque sin lugar a dudas se ha perdido de conocer una maravillosa y mágica ciudad.

Me alegro que todo esté transcurriendo como pensé y anticipé: y no porque eso me dé la razón, sino porque creo que a partir de ahora mi padre tendrá una riqueza que antes no tenía. Y yo podré recorrer con él mi historia en Barcelona una vez allí, que ese es mi verdadero viaje. Espero que, al igual que mi madre, entienda lo que para mí significa estar allí, donde ha nacido mi hija y he vivido en permanente libertad. Espero que entienda mis silencios y lágrimas, mis ganas de decirle a mi madre en dónde estoy.

En definitiva, que comprenda lo que es poder compartir con alguien sitios comunes, sentimientos comprendidos. Mi madre siempre ha sido mi cómplice incondicional, sabe que mis silencios están repletos de pensamientos. Y aparecen sus palabras cuando han sido necesarias. A veces es necesario que te digan que te entienden aunque no hayan pasado las mismas situaciones: esa es mi madre. Joer, cómo la echo de menos ....



(continuará ...)

1 comentario:

  1. Me alegro que la estés pasando bien y que re-afloren esos sentimientos. Ya veremos que le parece a Don Fernando Barcelona ;). Un abrazo grande desde la por ahora tu ciudad Tres Arroyos. :).

    Estanislao

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