jueves, 5 de mayo de 2011

Día 3 en Roma, Flavia Ricci

Llegamos a casa luego de un día intenso. Salimos temprano con Enrica y Aquiles para encontrarnos con más familiares en casa de Liliana. Viaje por la interminable Roma, que por momentos me recuerda a Buenos Aires por la cantidad de habitantes y el tránsito caótico. Probé el vino santo y me vinieron recuerdos a la mente, pero no sé en qué nomento lo habré probado antes. Es increíble cómo voy recordando mis viajes a través de las comidas y bebidas. Esos viajes en los que mis padres estaban a miles de km y yo vivía en Barcelona. O incluso cuando vine a recorrer Europa en 1999 sola. Luego fuimos con Nino y Nadia a almorzar. Aunque habíamos almorzado en casa de Liliana. A continuación salimos de paseo en el coche de Nino rumbo al centro de Roma. Roma es una ciudad en donde no se sabe hacia dónde mirar. Por momentos cuando una lleva días allí, o ya ha estado varias veces, como es mi caso, cree que el Coliseo ha estado allí por siempre. Y en cierta forma así es, aunque también cuando una piensa quiénes han transitado por allí se le pone la piel de gallina.

Miro el Foro Romano y a los innumerables turistas que pasean en bandada o de a pequeños grupos por allí. Nadie pasa solo, que es mi forma preferida de viajar. Tal vez deba verle el lado positivo a viajar en compañía después de años haciéndolo sola. Tal vez deba dejarme invadir por las oalabras en lugar de mi silencio contemplativo, en vez de una cerveza cuando se pone el sol, o cuando sea. Lo pienso mientras los dúos de turistas entran y salen del Foro Romano.

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